viernes, 23 de octubre de 2015

El Yin y el Yang.

La dualidad existente en todas las cosas. Dos fuerzas opuestas y complementarias. Una, el norte; la parte oscura y nubosa de la montaña. La otra, el sur; la parte soleada de las faldas de ella. [N.del A.: Gracias, Wikipedia]

Ready. Steady. Go!!! Se ha abierto la veda. Las elecciones generales están a la vuelta de la esquina y ya se están encargando de recordárnoslo los medios de comunicación con encuestas, noticias, debates y entrevistas reales o ficticias (porque de todo hay en la viña del señor Higgs). Este último punto asoma la cabeza sobre todos los demás por el mero ofrecimiento de más chicha al análisis del entrevistado. De hecho, cada vez está más claro que la nueva política va de eso: de saber cómo improvisar ante preguntas incómodas y soltadas elegantemente a contrapié como un revés de Roger Federer, o preguntas repreguntadas vehementemente. Nada de preguntas con respuesta estudiada… si acaso, alguna línea roja a la entrada de un jardín que ni unos ni otros quieren pisar.

Después de tener claro ese nuevo concepto en política, podemos diferenciar a los políticos por su capacidad de adaptación a los tiempos. Un ejemplo muy esclarecedor: desde que Obama llegó a la Casa Blanca, ha concedido más de 800 entrevistas en late-shows (bailes incluidos), en informativos, revistas, etc, etc, etc… Rajoy 31, como al mus. Son los datos, y dan pena. Ese señor que gobierna nuestro país no es capaz de argumentar sin leer y no meter la pata, ni ser entrevistado sin pactar las preguntas, y ya no te digo de hablar a las masas como en sus ya famosos mitins de perogrullo. Para muestra, el botón de 5 minutos en Onda Cero con Alsina. Podría decir “lamentable”, pero se ajusta más “patético”. Me imagino a su gabinete llevándose las manos a la cabeza como el mono del WhatsApp con cada respuesta o frase de cosecha propia de don Mariano.

Dicho esto, creo que debemos congratularnos porque la nueva política haya aterrizado por fin en nuestra televisión más allá de un debate como el que el año 1.993 protagonizaron Aznar y González. No pude ver la entrevista a dos de Évole a Iglesias y Rivera en directo, pero ante el éxito cosechado y gracias al milagro de la televisión a la carta en internet, me dispuse a verla para comprobar si tenemos motivos para pensar que lo mejor está por llegar… y que igual hasta me animo a ver algún Consejo de Ministros en 2.016. Todo se andará. Independientemente de la afinidad de cada uno con lo que (se) dijeron el pasado domingo, creo que lo relevante fue que la distensión -a veces forzada- que sobrevolaba los cafés de los protagonistas acabó dejando entrever qué cosas piensan sus partidos en determinados puntos críticos de política social. Bien. Póker descubierto. El punto coloquial, los tacos y el enfrentamiento en determinados momentos dejan claro que se puede discutir sin hacer el ridículo como ocurre en el congreso cada vez que hay que hablar de cosas serias. No se puede estar al 100% de acuerdo con lo que dijeron cada uno, pero sí que quedó transparentemente representado el tipo de enfrentamiento dialéctico que se verá en el gobierno a partir del año que viene. Un choque en el que basta con que uno diga que no se quiere caer en el “y tú más” para centrar el tiro en lo contencioso y dejarse de estupideces como recordarse los innombrables cada vez que se ponen delante del micrófono. Ambos se complementan muy bien como si fueran el yin y el yang. Cada cuál que otorgue el quién es quién.

Esperemos que este debate sea la primera piedra de un tipo de programas que esclarezcan las incertidumbres que nos quedan cada vez que Rajoy habla, perdón, lee delante de un plasma. Pensando que los ciudadanos somos imbéciles. Sin pensar en algo tan simple como que, a día de hoy, sacamos nuestras propias conclusiones buceando un poco en internet. Lo único que se ve que tienen claro en su gabinete es que los viejos que les votan no tienen internet donde buscar, y que si necesitan algo sólo tienen que poner el foco en aquellos tiempos pasados en los que los pobres viejos y sus herederos ideológicos les agradecen volver en espíritu cada vez que se acercan elecciones: despertar el facha que llevan dentro, que en la dictadura les hizo vivir bien. Sin ver que la luz ha subido el 70% desde que empezó la crisis, por ejemplo. O que es el doble de cara que en EEUU, también por ejemplo. Es más fácil para ellos usar la política del miedo o el recuerdo para que los votantes que ya tienen sigan votándoles, que explicarles las políticas de ajustes con la claridad que hacen los nuevos porque sería perjudicial. Luego dirán que se han pegado la hostia, pero bueno, allá ellos. Yo tengo claro quienes son hoy en día el yin y quienes son el yang, porque por si no lo sabéis, también hay yin y yang dentro de cada yin y de cada yang. Sólo es cuestión de buscarlo.

viernes, 16 de octubre de 2015

Volcán y géiser.

En los albores de la civilización, en el principio, cuando los dioses definían quién cogería el control de cada una las cosas que hay en el mundo, se batían el cobre con seres (también) fantásticos para que no les pisaran el jardín. Titanes, cíclopes, monstruos gigantes, híbridos enormes con superpoderes que requerían la unión de las fuerzas del propio Zeus con el resto de los dioses del Olimpo. Los titanes, por ejemplo, fueron implacablemente enterrados bajo la Tierra, en lo más profundo del Averno. Batallas tan fantásticas que desde hace tiempo Hollywood ha tirado de ellas para el disfrute del personal al que los transformers y los fast-and-furious se les queda corto. Fantasmadas de hace 2.000 años con una base mitológica que recorre cualquier ámbito imaginable de puro imposible que son, a caballo entre la poesía y la metáfora.
Encélado, un gigante de cien brazos.

Una de las consecuencias de la derrota de los titanes y posterior entierro en el lúgubre Tártaro fue el engendro de gigantes con aspecto deslavajado de cuyas piernas brotaban serpientes. Hay quien dice que manaron de la sangre de Urano al ser castrado por el dios Cronos. Otros afirman que fueron fruto de la unión de Gea con el Tártaro, precisamente para vengar ese entierro de los titanes, y que para ello los envío a Palene (Tracia), a iniciar una de aquellas batallas enfrentándoles en las faldas del monte Olimpo a pesar de la prohibición de Júpiter, lanzando rocas y ramas encendidas a los dioses. La batalla se convirtió en guerra, y duró diez años. Apolo se encargó de Afialtes, Hefesto enterró bajo el Vesuvio a Mimas, y Poseidón lanzó parte de la isla de Cos sobre Polibotes, fruto de lo cuál surgió la isla de Nisiro. De entre todos ellos, uno huía cuando la diosa Atenea le arrojó Sicilia le dejó enterrado bajo ella. Era Encélado. Se trataba de un gigante de cien brazos de origen igual de incierto que su final. Cuenta la leyenda que las erupciones del Etna son producto del roce de la espalda del gigante contra el subsuelo.

William Herschel, descubridor
entre otros cuerpos celestes,
de Encélado.
Como si fuera algo premonitorio, a mediados del siglo XIX, John Herschel propuso ese nombre: Encélado, para el cuerpo celeste que su propio padre había descubierto en 1.789 (para ubicarnos, el año de la Revolución Francesa). Por aquel entonces el satélite no era más que un punto identificable en el telescopio de los astrónomos de la época. Sin embargo, una vez más, los avances exponenciales en materia tecnológica y el afán descubridor del ser humano hicieron que en los años 70 la @NASA concibiera la misión Voyager, en la que dos sondas (que a día de hoy se encuentran a miles de millones de kilómetros de la Tierra) serían enviadas al espacio profundo. No me extenderé en los detalles de la misión, pero lo cierto es que, en su camino, una de esas sondas pasó relativamente cerca de él en agosto de 1.981 y obtuvo imágenes de alta resolución -de la época- de la superficie de la luna. Pues bien, pasados los años, y basándose en los datos obtenidos por la Voyager 2 a su paso por el sistema de Saturno, la NASA en cooperación con la ESA y la Agencia Espacial Italiana lanzaron la nave Cassini con su sonda Huygens el 15 de octubre de 1.997.


Los géiseres del polo sur.Foto: NASA/JPL-Caltech/Space Science Institute
Desde entonces hasta hoy, la Cassini ha ido aportando a los científicos montones de datos sobre todos los integrantes de la familia del gran planeta anillado. Un conjunto precioso y enorme del que sus cercanas imágenes nos han dejado boquiabiertos más de una vez. Además, las características de Encélado hicieron que pronto se pusiera el foco sobre él. La confirmación de un leve campo electromagnético y la existencia de atmósfera reafirmaron en el año 2.005 la posibilidad de un océano bajo su helada superficie. Todas esas incertidumbres han sido despejadas por la sonda a golpe de fotografías. Los géiseres de su región polar sur nos fascinaron, pero lo de esta semana ha sido una auténtica barbaridad. El acercamiento a menos de 2.000 kms. de la superficie de la región polar norte nos ha proporcionado fotos espectaculares donde las haya, a pesar de que la resolución de las imágenes de Plutón y Caronte ya nos han ido acostumbrando a ese detalle. Por todas ellas, lo único que puedo hacer como aficionado a todo lo que huela a espacio, planetas y estrellas es agradecer a la Nasa, la Esa y el resto de asociaciones astronómicas que sigan queriendo mostrar buscando, y buscar mostrando. 
Detalle de la superficie helada de Encélado.Foto: NASA/JPL-Caltech/Space Science Institute

viernes, 2 de octubre de 2015

CulPPables.


Estamos confusos. Maldita balanza. La balanza del progreso. La de los sentimientos. Enfrentando los avances como especie en la devastación de facto ya en Siria por parte de Rusia -o de los que sean-, con la progresión geométrica en el ámbito científico-aeroespacial. Hace años parecía impensable que la Humanidad, en todo su esplendor, fuese capaz de crecer con la exponencialidad necesaria como para resolver interrogantes o intuiciones que permitieran conseguir hitos tan extremos en conjunto como los que estamos viviendo de un tiempo a esta parte. No hay ámbito que se libre de la buena praxis de sus investigadores. Ordenadores cada vez más potentes que ayudan, de manera cada vez más cotidiana, en cosas como la predicción meteorológica, la sanidad, las infraestructuras, el automóvil, el deporte, los zoológicos, etc, etc, etc… La comunidad científica internacional parece por fin caminar junta hacia el futuro llevándose por delante todo (o casi todo) lo que hasta hace poco eran piedras en el camino del tamaño de Júpiter. Se encargan de buscar datos. Y son precisamente esos datos los que les avalan, por mucho que a la mayoría de los mortales no nos alcance para entender lo que consiguen. Hasta ahora, lo único malo de eso era que muchos de los políticos que gobernaban estaban en ese enorme espectro de la Humanidad que por haber estado pendiente de otras cosas (seguramente respetables cada una de ellas, otras no tanto), cuando les decían que era bueno invertir en Ciencia miraban como por encima del hombro pensando que si eso que pretendían ya se financiaría con capital privado si fuera realmente meritorio “como ha pasado toda la vida”, un ejemplo claro de esto es la farmacología. Hoy, en cambio, parece que las capacidades de estos nuevos dirigentes junto con la irrupción de nuevos “visionarios” como por ejemplo el señor Musk están convergiendo para que se piense diferente. Y para que se piense en grande.


La clave de ese nuevo pensamiento es que uno diga que la mayor reducción de costes de la historia astronáutica es reutilizar las partes del cohete que se desechan hoy en día, y que un  grupo lo suficientemente grande de gente por encima de la media decida que es viable. Gente que está viendo que las energías renovables DEBEN ser las energías que copen los mercados. Que no es porque sean unos pocos los que se lucren (que también), sino por el bien común. Porque la gratuidad del aire, el agua y el sol se merecen la oportunidad moral que no han querido darles hasta ahora. Investigaciones. Efecto invernadero. Pruebas. Deshielo en el Ártico. Errores. Un conjunto de cosas conformando el método científico que nos ha traído hasta aquí con mayor o menor tino, pero nos ha traído al fin y al cabo. Para que todo ese trabajo tenga la gratitud deseada hay que esforzarse desde los despachos. Mojarse. No hablo de crowdfundings nostálgicos como el del traje de Armstrong -el astronauta… el otro sería black-crow-funding-. Hablo por ejemplo de la red de suministro eléctrico para coches. De carreteras y coches inteligentes. De mandar una sonda al cinturón de asteroides y traer una muestra de uno. De orbitar o habitar la Luna. De verdaderas ciudades de paneles solares como los campos de trigo de Castilla y León, y no de prospecciones como las de Canarias o el Mediterráneo. NI fracking

Por todo eso, se agradecen iniciativas propias de la búsqueda de empatía para que los apasionados iniciados o no-iniciados de Ciencia, Tecnología o Historia aporten lo que buenamente puedan sin rasgarse las vestiduras. No sólo a la ELA, sino a Constantes y Vitales, o tantas y tantas otras que gracias al impacto en las redes sociales consiguen financiación anónima para mitigar la vergüenza de tener gobiernos de marcado caracter tradicionalista solamente capaces de  doblar el codo si es para meter algo al bolsillo. Ignorantes con cabezas cuadradas como los ladrillos de su provocada burbuja inmobiliaria incapaces de entender que sin Ciencia no hay futuro. Tan torpes que ni siquiera les da para pensar que a lo mejor apoyando la Ciencia se genera riqueza y empleo porque, conociéndoles, seguramente digan “Caramba, otro español que ha descubierto XXXXXXX en (rellénese con cualquier lugar fuera de la geografía española)” cuando leen algún otro periódico que no sea el Marca


Espero que el 20 de diciembre todos y cada uno de los investigadores que vuelvan a casa con El Almendro les den un buen soplamocos en las urnas a los únicos culpables de que se condecoren vírgenes en lugar de policías, bomberos o voluntarios. Culpables de que el CSIC vaya con lo puesto. Culpables de que los colegios e institutos enseñen religión en un país laico. Culpables de un terrorismo económico al amparo del paraguas europeo del que tardaremos años en levantar cabeza por querer ser más listos que los que realmente lo son. Culpables, sí… porque me cago en la presunción de inocencia ya.